Hablaban un idioma inentendible, esferas de energía
que planificaban o la vez les condenaban a estar en la Tierra. Pululan en la
negrura del cosmos, soltando sensaciones muchísimo más poderosas que el amor y
el odio, algo que el animal racional, en esta dimensión y a estas alturas de
involución y contaminación astral jamás entendería.
El premio se vuelve carne, el ego es invisible, y al
morir pocos son los que se curan.
La suprema conciencia desplega un manto de sabiduría
sobre las acciones expuestas en estados de un excitado sonámbulo y consigo
traen castigos e indulgencias.